miércoles, 21 de noviembre de 2012

Viaje al continente africano



Volvemos en freetillas con otra colaboración. Esta vez se lo tengo que agradecer a mi amiga Helena Nueda, que ha tenido una gran experiencia en África este verano. Para acompañar la lectura os dejo a Ismael Lo, y sin más con las palabras de mi colega aventurera:





Una hoja en blanco, tan perfecta, tan pura, tan dispuesta a recibir… capaz de absorber a priori  todo tipo de palabras, ideas, reflexiones desordenadas a las que da forma y convierte en relato el q escribe…¿seré capaz?
¿Puede un entorno cambiar el curso o la percepción de la vida? SÍ. Estuve en África y algo en mí ha cambiado. Unas vacaciones cambian la ruta de una vida que creía bien planteada. Lo primero agradecer a: David, Anuka, Sofía, Eva, Gonzalo, Vero y Abel el que esto haya sido posible, porque todos y cada uno de vosotros también habéis dejado “algo” en África. Habéis vivido este sueño conmigo.

Son sus infinitos silencios, sus apabullantes rugidos, lo salvaje de sus estampas, la tranquilidad  de sus ciclos, lo bucólico de sus atardeceres, la magia de sus bosques, la sensatez de sus gentes… África, África, siempre África. Encontraría centenares de adjetivos para describir todo aquéllo y estoy segura de que aun así, nadie que no haya estado allí tendría la más mínima idea de lo que verdaderamente se siente…



La idea inicial era hacer unas vacaciones diferentes, pero nunca imaginé cuánto. No queríamos, bueno corrijo, no querían un viaje “típico”. Y digo querían porque yo al fin y al cabo dejé hacer. Fui a la aventura, pues nunca había sido un destino preferente…

Así que el 14 de Agosto de 2012 estábamos todos en un avión destino Entebbe, Uganda. Íbamos a hacer “Gorila trek”, ver gorilas de montaña en libertad. Se suponía el “plato fuerte” del viaje. Nada más lejos…

A la mañana siguiente, mochila en mano, con lo “imprescindible” cogimos una avioneta para comenzar en el Parque Nacional de Kidepo, frontera natural, como todo en África, con Sur Sudán. Allí haríamos acampada libre. Quince compañeros con los que empezaba la verdadera aventura. Montar las tiendas nosotros mismos en mitad del Parque, entre gramíneas de 1 metro de altura, acacias, cebras, búfalos, jirafas, elefantes, alcéfalos, antílopes, facoceros  y…leones!!!

Ya desde esa primera noche alrededor del fuego de campamento les oíamos…¡Qué potencia!, escucharles rugir a tan sólo unos metros... ¿Miedo? No. ¿Respeto? Todo.



Allí no hay luz eléctrica, ni coches, ni gente, ni contaminación ambiental. Quiero decir que la fuerza de ese rugido se escucha en estado puro, sin ruidos de fondo, sin amortiguación posible, sólo el sonido de nuestras respiraciones… Así dormimos la primera noche los quince, perdón Javier, los dieciséis, en tiendas de campaña, con una hoguera para ahuyentar  a “los bichos” y  con los leones “cantándonos”…

Me extendería mucho más, pero se haría eterno y creo que hasta aburrido, y fue todo menos eso.
No sé si entre todos llegamos a dormir unas seis o siete horas. Pero el despertar fue aún mejor antes de amanecer, con Ismael Lo cantando “Tajabone”, el fuego a medio apagar, lavándonos la cara con toallitas y esperando turno para “el agujerito sin fin” (el baño).


Así serían todos los despertares de acampada libre. Unos días con un león frente a nosotros mientras desayunábamos. Otros con hipopótamos bañándose en el río. Y sobre todo, y día tras día, con más ganas de seguir respirando África.
El color de esos paisajes al despuntar el sol es incomparable a nada visto antes. El silencio, ensordecedor.


Te remueve las entrañas, te sacude con fuerza, te obliga a convivir y a compartir. Te parte en dos con sus luces y sombras…TODOS, TODOS sentíamos a la vez. Te das cuenta de que eres un monigote ante tal inmensidad…
Los compañeros acaban por ser tu familia, pues todo lo haces con ellos, y cuando digo todo es TODO: despertar, comer, montar tiendas, reír, ir al “baño” beber una cerveza (alguna caliente), mirar paisajes o sacar fotos. Te sientes arropado y protegido por todos, y tú arropas y proteges igual, como si también nosotros fuésemos “manada”.

Creo que fundamentalmente ésa ha sido la gran diferencia con respecto a otros viajes de aventura. Aquí no sólo te reúnes para hacer las visitas y subirte al autobús, sino que convives codo con codo las 24 h del día, con todo lo que eso implica. Y nunca lo habría dicho pero es… maravilloso ; porque estamos todos viendo lo mismo, sintiendo lo mismo, viviendo de la misma manera, riéndonos de las mismas cosas, con el mismo cansancio, las mismas ganas y los mismos miedos…Allí no te planteas traer agua sólo para TI, fregar sólo TU plato o buscar el mejor sitio para TU foto, son “tu familia” y todos somos uno.

Tardar trece horas para recorrer ochenta kilómentros sólo es posible en África… por el único camino posible: pista de arcilla hecha barro, con sus mega baches y a no más de veinte kilómentros/hora  los “ratos buenos”. Pero da igual, disfrutas de cada salto de camión, de cada coscorrón con el compañero, y sobre todo de los niños que se acercan en los poblados para ver un ”mzungu” (hombre blanco) y te saludan con sus manitas y una sonrisa inmensa en sus caritas…
No importa si vas manchado de barro hasta los dientes, si no has podido ducharte (con agua fría, por supuesto) en 2 días, si llueve o hace sol, todo eso es secundario es África; hay un chip interior que salta en tu cabeza al bajarte del avión…



“No es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita” ¿Cuántas veces hemos escuchado esto? Yo por lo menos mil.
En África he visto que es así, niños jugando con un neumático roto y riéndose a carcajadas. Eso es felicidad. Caras amables y sonrientes siempre, alegría al caminar cuatro kilómetros para buscar agua. Despreocupación si su vestido está roto. Indiferencia o curiosidad al ver una máquina de fotos. Pero nunca envidia, nunca inquietud por tener más.



Salir y mezclarte con ellos. Ir en una moto-taxi de 3 a tomar unas cervezas a una de sus “discotecas”. Bailar con ellos (o al menos intentarlo…). Fijarte en sus caras cuando entrábamos al bar… Algunos nos tocaban para comprobar que éramos mzungus de verdad…, creo que allí,  a Dios gracias, no están muy acostumbrados a ver blancos. Algunos niños lloraban porque les dábamos miedo, pero si dejabas que te tocasen y les hablabas con cariño se les pasaba.
Hablar con ellos en sus escuelas, ver cómo lavan la ropa, cómo cultivan, cómo compran, cómo se arreglan para ir a misa, cómo cantan…hay que vivirlo.

La experiencia con los gorilas de montaña por supuesto fue una pasada… Tener a un espalda plateada a unos 3 metros de ti, ver cómo te mira, cómo juega con las crías, cómo se rasca, cómo come,¡¡¡ cómo te contesta!!! Creo que por un momento todos nos sentimos un poquito como Dian Fossey en Gorilas en la Niebla. De hecho allí te dicen: “gorilas en la niebla y mzungus en el barro…”,  ¡y es cierto!!! Vaya subida a las montañas… Lo volvería a hacer sin dudar.



Todo esto fue posible gracias a Kananga, la agencia con la que fuimos, no puedo pedir más. TODO verdaderamente increíble: la organización del viaje, los alojamientos, el camión-tetris, jajajajaja!!!!! Era nuestro camión 4 x4 en el que llevábamos todo y a todos, comida, tiendas, colchonetas, mochilas, sillas…nuestra casita portátil con la que recorrimos Uganda y una pequeña parte de Rwanda.
También 1000 millones de gracias a Javier, nuestro guía, por tu profesionalidad, tu paciencia, tu capacidad de solucionar cualquier imprevisto, tu cercanía, por los “warimosquis”. Pero sobre todo y con lo que yo me quedo, es por habernos hecho entender África, por enseñarnos a amar África. Por tu sentido de la libertad.




Se vive con muy poco. Se necesita muy poco para vivir, para ser feliz, que al fin y al cabo, eso sí debiera ser la esencia de nuestra existencia, aquí o allí.

Gracias también a los chicos: Moses, Damian, Peter, Danson y como no; a nuestro “silver-back”, siempre pendiente de nosotros, su familia, como nos llamaba. Por limpiar nuestras botas, preparar nuestras comidas, por sacarnos de fiesta en Ruhengeri, (Muzanze en la “nueva” Rwanda), bailar con nosotros, acompañarnos al baño o a fumar, llevarnos al hotel…un  millón de gracias Rafiki, siempre con nosotros…

Gracias África, muchas gracias por hacerme entender que la lección no es saber si el león gana o pierde, si mañana tendré agua caliente o si podré vivir más cómodamente. Gracias por hacerme ver que lo verdaderamente importante es aceptar y disfrutar de cada momento que vives y compartir todo lo que tienes. Gracias por haberme dejado disfrutar de tus ruidos, de tus noches, de tu luz, de tus gentes…por haberme abierto el alma en dos y dejar que mirara dentro… La lección está aprendida, lo más difícil seguir practicando el ”ser feliz”.
Gracias Mar por animarme a esto…
Hakuna Matata África… te veré pronto, otra vez.

Me traje tu risa, tus colores y… lo más importante: la hoja de ruta: ACTITUD.



Helena.

Gracias por tu colaboración amiga.

¡¡Que tengáis suerte!!!





2 comentarios:

  1. Se me han puesto los pelos de punta al leer esta entrada. Como participante de la aventura la entiendo desde dentro, pero estoy seguro de que al leerla, aquellas personas que no han estado en África tendrán muchas ganas de conocerla.
    Mil gracias Helena, a todos los nombrados y sobre todo a Uganda y Ruanda por su hospitalidad.
    David

    ResponderEliminar
  2. Muy bonito. Tiene que ser una experiencia increíble.
    Me ha gustado mucho Helen
    Besito!

    ResponderEliminar